Porcuna: superando expectativas

No sé si a ti también te pasa. Pero a mí me ocurre que esos días en los que voy a realizar una actividad placentera, un resorte oculto en mi cerebro me despierta mucho antes de que suene el despertador. No hay nada que me active más que el ocio activo como un viaje, senderismo o cualquier otra cosa que se haga entre amigos.

El pasado sábado 30 de marzo me volvió a pasar. Abrí los ojos y pensé “hoy visita a Porcuna; merece la pena levantarse ya”. Y tanto que la mereció como veréis  a continuación.

La cita era a las 9:00 horas de la mañana en el llamado “Balcón del Guadalquivir”, cerca del estadio cordobés y junto a la autovía, donde nos esperaba un microbús estupendo contratado a tal fin para despreocuparnos de conducir. En total éramos 16 personas que puntualmente partimos en dirección a tierras jiennenses y que, como tuvimos ocasión de conocer, antes lo fueron cordobesas.

Eran las diez de la mañana cuando alcanzamos nuestro destino. Estiramos las piernas dando un paseo por las tranquilas calles de Porcuna en dirección al Ayuntamiento. La actividad comenzaba con una recepción oficial pero de ambiente muy entre amigos, lo que hizo sentirnos cómodos en todo momento. Nuestro anfitrión fue el mismísimo alcalde, D. Miguel Moreno, que se hizo acompañar por Dª. Sandra Santiago  – responsable de Concejalía de Igualdad,  Festejos y Protocolo- y D. Santiago Valenzuela – Concejalía de Cultura y Patrimonio – y por el que a la postre sería nuestro guía local: D. Pablo Millán, arquitecto y casi arqueólogo, técnico del área de Patrimonio. No podemos olvidar a D. Manuel Cobo, porcunense de nacimiento y residente en Córdoba, que haría las veces de coacompañante y alma máter de esta actividad.

El alcalde después de agradecer a los presente  la visita a su pueblo fue desgranando la belleza del mismo desde diferentes aspectos e hizo una pequeña introducción a los diversos espacios que después visitaríamos. Por si no fuera suficiente nos invitaron a degustar un dulce, especialidad local, denominada “Gallina en Leche” de la que todos quedamos convertidos en auténticos devotos nada más probarla.

La visita al municipio empezó en el mismo  Ayuntamiento. En el siglo XIX,  en el solar que ocupa el edificio actual, fue construido un pósito o granero público donde trabajó, nada más y nada menos,  Miguel de Cervantes controlando las entradas y salidas de grano. A mediados del siglo pasado fue reconvertido en casa consistorial tal y como la conocemos hoy. Pero lo más interesante del inmueble se encuentra en los sótanos del mismo cuya finalidad original era la de eliminar humedad a las semillas que albergaba en su primera función. Se trata de un conjunto de galerías y falsas bóvedas que han sido sometidas a una profunda restauración y tratamiento de la piedra con el fin de alargar su vida y, de paso, convertirse en un nuevo espacio capaz de acoger eventos culturales de lo más variado. La verdad es que Pablo, implicadísimo en esta intervención, nos transmitió, no solo conocimiento, si no pasión por el extraordinario resultado obtenido.

En siguiente punto de interés estaba solo a diez pasos del Ayuntamiento. Se trata del edificio conocido como “Antiguas Carnicerías” que, a lo largo de su dilatada historia, ha servido como marco para actividades tan dispares como venta de carne y juzgados, entre otros. En la actualidad, y fruto también de una acertadísima restauración, sirve de sede del Archivo Histórico y Oficina Municipal de Turismo. El primer reclamo del conjunto es la exagerada inclinación de su fachada (6 grados) producida por el famoso terremoto de Lisboa. Nada más entrar al interior llama la atención una serie de catas en el suelo, a diferentes profundidades, en las que se puede apreciar las diversas culturas que han edificado sobre el viejo solar. Es como un calendario con hojas separadas varios siglos entre sí: pozos íberos, atarjeas romanas, etc.

Nuestra visita continuaba en la iglesia de Nuestra Señora de la Asunción, donde nuestro paisano, Julio Romero de Torres pintó varios frescos de temática religiosa alrededor de 1.905. Una excepción –que no única- dados los temas que habitualmente trabajó a lo largo de su dilatada carrera.

Nuestro siguiente objetivo sería la conocida como “Torre de Boabdil” donde Pablo una vez más nos instruyó sobre la historia de la reconstrucción del edificio y alrededores, con sus aciertos y sus errores. Después de superar no pocos escalones, alcanzamos la cima desde la que se divisaban las poblaciones de alrededor y una vista privilegiada de Porcuna. En el interior se pueden ver las cadenas que teóricamente sujetaron, en su calidad de preso, al monarca granadino. Pero como suele ocurrir en estos casos esa historia es pura leyenda y seguro que durante su encierro en el alcázar estaría viviendo “a cuerpo de rey” que es la dignidad que le correspondía.

El tour mañanero acababa visitando la famosa “Casa de la Piedra” obra personal del cantero D. Antonio Aguilera y en la que derrochó coraje y buen hacer profesional. Muchos de los compañeros la habíamos visitado en el pasado, cuando todavía pertenecía a la familia de su creador. Pero recientemente fue adquirida por el Ayuntamiento y ha sido acondicionada para salvar las barreras arquitectónicas y hacerla de esta forma accesible a cualquier visitante. También se ha intervenido en la consolidación de una de las torres y el tratamiento de la piedra que la conforma para protegerla de los efectos de la intemperie. En definitiva una visita imprescindible en Porcuna.

Para terminar la mañana, una visita rápida al Paseo de Jesús para disfrutar de las maravillosas vistas desde su “Mirador de la Redonda”. El calor del día nos espoleó hacia el restaurante “Bar La Torre” donde teníamos reservado el almuerzo consistente en una selección de platos a compartir. Uno de los que nos llamó la atención fueron las famosas “Violetes” de Porcuna por ser una especialidad local que no conocíamos.

Después de la comida, un café de conversación en una terraza cercana y rumbo a nuestra última visita: el anfiteatro romano. En realidad lo que pudimos ver del mismo es muy poco porque las excavaciones para su puesta en valor apenas han comenzado y además está invadido por urbanizaciones muy recientes. El esfuerzo económico y de tiempo que los porcunenses deben realizar para verlo libre de tierra y elementos invasores estará cercano al medio siglo o más. No obstante se sabe que los vomitorios y demás elementos constructivos están en muy buen estado, lo que hace que se redoblen sacrificios para dejarlo en herencia a futuras generaciones.

La visita a Porcuna terminó allí mismo, sobre las 6 de la tarde. Después de despedirnos de Pablo y Manolo y quedarles eternamente agradecidos por su atención y dedicarnos su tiempo libre, montamos en nuestro autobús de regreso a Córdoba.

Como valoración general, y en función de lo que pudimos hablar unos con otros, es que al comienzo de la excursión esperábamos mucho menos de lo que nos fue dado y eso siempre deja buen sabor de boca…y no solo por las violetes y la gallina en leche.

Espero que pronto me pase de nuevo. Ya sabes: ¡lo de despertarme como un resorte!.

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